Ᾱsana – La Puerta del Cuerpo al Espíritu
Cuando hablamos de Yoga hoy en día, la primera imagen que viene a la mente suele ser la de āsana —una práctica física. Estudios en todo el mundo se llenan de practicantes que se doblan, estiran y transpiran en nombre del Yoga. Pero los sabios nos recuerdan: āsana no es gimnasia, no es ejercicio, ni una búsqueda de la forma externa. Es algo infinitamente más profundo.
La Popularidad del āsana
¿Por qué el āsana es tan difundido en comparación con los demás miembros del Yoga? Muy simple: porque el cuerpo es aquello con lo que nos identificamos de inmediato. En nuestra vida moderna, el cuerpo está cargado—por largas horas de estar sentado, por el estrés, por dolencias y por la falta de movimiento natural. Así, una práctica que devuelve vitalidad y fluidez se siente esencial.
Pero si reducimos el āsana a mero entrenamiento físico, perdemos su verdadero propósito. El sabio Patañjali da una definición sorprendentemente simple:
“Sthira-sukham-āsanam” (Yoga Sūtra II.46)
Una postura es aquella que es estable y cómoda. No significa solo que el cuerpo físico deba sentirse firme y a gusto. Significa un proceso que desarrolla estabilidad y tranquilidad en la mente.
Observa: en ningún lugar menciona fuerza, flexibilidad o belleza externa. El āsana no se trata de rendimiento. Se trata de quietud.
Más Allá de los Músculos y las Articulaciones
Cuando hacemos ejercicio común, los efectos son visibles: sudor, firmeza muscular, mayor flexibilidad. Pero la mente no es tocada por esto. La mente no habita en los músculos; habita en los flujos sutiles de la vida—el prāna, la respiración, los órganos internos.
Para influir en la mente, debemos entrar en el cuerpo interno, no solo en su superficie. Cuando en āsana dejamos reposar la atención hacia dentro—sintiendo la respiración, los latidos, los flujos sutiles—empezamos a tocar esa dimensión interior.
Por ejemplo, si practicas Trikonasana y, en lugar de enfocarte en el estiramiento externo del tronco, concentras tu atención en la respuesta de los órganos internos, tu mente se dirige hacia dentro y empieza a asentarse allí. Es decir, la mente se vuelve más sutil hacia esas vibraciones producidas por los órganos, y estas vibraciones están ligadas a tu cuerpo emocional. Ya no experimentas solo un estiramiento externo: ahora puedes observar tu comportamiento emocional a través de una sola postura.
De lo Burdo a lo Sutil
Esta atención interior lo cambia todo. El cuerpo se vuelve estable, la respiración fluida, y la mente sigue—suavemente, de forma natural, sin esfuerzo. Lo que empieza como una postura pronto se convierte en meditación.
Aquí vislumbramos la verdadera función del āsana: es el puente del sthūla (cuerpo burdo) al sūkṣma (cuerpo sutil). Una vez que la agitación burda se calma, surge la quietud sutil. Y en esa quietud, nace la concentración.
Maharishi Patañjali nos recuerda:
“Yogaś citta-vṛtti-nirodhaḥ” (Yoga Sūtra I.2)
Yoga es la detención de las fluctuaciones de la mente.
La calma del cuerpo es el primer paso hacia la calma de la mente.
La Visión Interior
Cuando practicamos āsana con fines externos—flexibilidad, fitness o apariencia—la atención permanece afuera. Pero cuando sostenemos una postura con consciencia dirigida hacia dentro, algo notable sucede: los ojos de la mente se giran hacia adentro. Empezamos a percibir órganos invisibles, ritmos inmedibles, energías inexplicables.
En esa mirada interior, la mente misma se refina. Y en ese refinamiento yace la esencia del Yoga.
El Bhagavad Gītā también alude a este viaje interior:
“Yogī yuñjīta satatam ātmānam rahasi sthitaḥ” (BG 6.10)
El yogui, constantemente dedicado, debe permanecer en soledad, uniendo el yo con el Ser.
Esa soledad no es externa, sino interna—la soledad tranquila de la consciencia, donde el cuerpo ya no distrae y la mente empieza a fundirse con el Ser Superior.
Ᾱsana como Oración
Así, āsana no es un estiramiento del cuerpo, sino una oración de quietud. Es una manera de decirle al cuerpo: “Estate en paz, para que yo pueda volverme hacia dentro.”
Cada postura, cuando se practica con consciencia, se convierte en una ofrenda. No al ego, sino al Espíritu interior. Y como declara la Haṭha Yoga Pradīpikā:
“Āsanam sthairyamarogyaṁ cāṅgalāghavam” (HYP 1.17)
El āsana trae estabilidad, salud y ligereza al cuerpo.
Salud no es solo ausencia de enfermedad, sino armonía. Ligereza no es solo agilidad física, sino el alivio de la mente del peso de la distracción.
El Camino por Delante
Recordemos: el āsana no es el fin, sino el comienzo. Es una puerta. A través de ella pasamos de la agitación a la quietud, de lo externo a lo interno, del cuerpo al espíritu.
La próxima vez que te sientes o te pongas de pie en un āsana, no practiques por flexibilidad o forma. En cambio, detente. Respira. Mira hacia dentro. Siente los órganos, los flujos sutiles, el silencio entre las respiraciones. En ese silencio, comienza el viaje del Yoga.